Creo que es muy difícil determinar a qué se deben los sentimientos, preferencias, causas de atracción que sienten las personas, pero es fácil relacionar el nacimiento de esas reacciones o sentimientos con ciertas circunstancias que se dan en la vida de las personas.
Cuando yo nací y los años subsiguientes, mi padre, que tenía gran afición a la apicultura, la aplicaba al cuidado de tres colmenares, cada uno con una cantidad de colmenas no lejos del centenar. Ello me permitía a mí al conocimiento de los sitios de emplazamiento de los colmenares y de materiales y herramientas, algunos de los cuales ─viejos y desechables─ me servían para juegos.
En épocas del año de más actividad apícola, mi padre no me llevaba a los colmenares, pero en el tiempo menos activo de las abejas sí nos llevaba a mí y a mi hermano con bastante frecuencia.
Aunque las precauciones eran primordiales, llegó el momento en el que una abeja ─sin hacer caso de mi no poco pelo─ se le ocurrió clavarme el aguijón en lo alto de la cabeza. El dolor me pareció enorme, pero, en lugar de dar rienda suelta a las manifestaciones que eran de esperar en un niño de 6 o 7 años, pensé, más o menos, que era un gaje del oficio.
Pasados unos años, durante los cuales tuvo lugar la Guerra Civil ─con todos los horrores, calamidades y peligros que la misma trajo─, se me ocurrió (ya no vivía mi padre) ver de cerca el estado de los colmenares que también habían tenido sus perjuicios.
En el mes de agosto del año 1939, mi madre buscó a dos apicultores experimentados para que llevaran a cabo el castre de las colmenas que había en los colmenares que tenía mi padre, ya que era preciso extraer la cosecha de miel, tarea que llevaron a cabo con la ayuda de otro más joven.
El castre se llevó a efecto estando algunos días viviendo en la casilla de uno de los colmenares (que era bastante amplia). Yo estuve tres o cuatros días de los que emplearon para cosechar la miel de ese colmenar.
Quizá esto que cuento fue el fundamento de la afición que tengo como apicultor y que he procurado conservar y aumentar durante setenta y nueve años más.
Me ha proporcionado muchas satisfacciones y también algunos sinsabores. Me ha dado lugar a conocer y tratar a muchos apicultores, grandes personas. Por todo lo que doy gracias a Dios.